Helena Montés - Por Kelvin I. Márquez Traverzo
La joven de cabello rizado y castaño abrió el cajón de
cubiertos y sacó una pequeña llave oxidada. La observó un instante y se la
guardó entre sus pechos. Las pisadas del conde Brenford se escuchaban cada vez
más cerca. Un tanto nerviosa, apenas tuvo tiempo de dirigirse hacia la puerta cuando
esta se abrió de repente.
—Recoge tus cosas lo
más rápido que puedas. ¡Nos vamos! —dijo y se dio la vuelta.
—¿Por qué? —dijo la
mujer, abriendo los ojos de par en par. El conde se detuvo un segundo y la
miró.
—¡Solo hazlo!
—¡Corte!
Helena sonrió mientras
sacaba la llave de entre sus pechos y la guardaba en un cajón. Luego fue por
una botella de agua. Un par de maquillistas se acercaron, toallas en mano y
procedieron a secarle el sudor y a retocarle el maquillaje mientras el director
iba y venía dando instrucciones de un lado a otro. Al final se detuvo y la
llamó.
—Helena, sal un
momento. Un amigo mío quiere verte.
«Lo más seguro es algún otro enfermo que viene a hacerme una propuesta
para grabar una película porno», pensó mientras caminaba lo mas derecha
posible, ignorando lo incomodo que se le hacía andar con tacos tan altos.
Salió del set de
grabación y se dirigió a una pequeña oficina. Antes de entrar se detuvo un
momento y miró a la persona que le aguardaba. Estaba de espaldas a la puerta
pero por la ropa que llevaba (una chaqueta gris, un pantalón crema y unos
zapatos negros) le parecía familiar.
Tocó antes de entrar. El
hombre dio un respingo y se levantó, tropezando.
—Me han dicho que
quería verme —comentó mientras rodeaba la mesa y tomaba asiento frente a él.
—Así es, señorita Montés
—dijo él a su vez, sentándose—. Me llamo Jonah Henderson y me dedico a…
—¡Sé quién es usted!
—interrumpió Helena, inclinándose hacia adelante—. ¿Qué está haciendo aquí?
—Quería hacerle una
propuesta para una película que está en pleno proceso de producción.
Helena frunció el ceño
y se echó hacia atrás a la vez que cruzaba los brazos.
—Agradezco que haya
pensando en mí pero me temo que tendré que rechazarlo. Necesito un tiempo para
recuperarme.
—Sé que no es fácil lo
sucedido pero debo insistir. El rodaje empezará a finales de año así que no creo
que tenga problemas —insistió Jonah, encogiéndose de hombros—. Además, ¿no está
cansada ya de estos papeles en dramas y comedias románticas?
La sonrisa con la que
terminó la frase le hizo sentir una punzada de enojo.
—¿Por qué insiste?
—Porque según las
palabras de mi cliente, usted es la actriz más parecida al personaje principal
de su historia.
Ambos se miraron en
silencio.
—¿Puedo saber quién es
su cliente?
Jonah sacó un libro del
maletín que estaba a sus pies y poniéndolo en la mesa, se lo pasó. Apenas vio
el título, sintió un nudo en la garganta. Alzó la mirada y vio que Jonah
sonreía.
—¿Es una broma?
—No —respondió y se
levantó. Buscó en su chaqueta hasta dar con una tarjeta que ella tomó con dedos
temblorosos—. Comuníquese conmigo cuando se decida.
—¿Tengo límite de
tiempo?
—Le sugiero que no lo
piense mucho —dijo y tomando su maletín, se dirigió hacia la puerta—. Que tenga
un buen día.
Helena miró la tarjeta.
Era blanca y sin ningún adorno. Tan solo su nombre y debajo el número de
teléfono. Pero ella sabia quien era. Jonah Henderson era un nombre muy conocido
en la industria. Muchos actores y actrices habían conseguido subir al
estrellato gracias a él. Y ahora que pensaba tomarse un descanso, le caía una
oportunidad de oro.
Todavía pensando en la
reciente oferta, salió de la habitación y fue hasta su armario. Guardó la
tarjeta en su cartera y cerró con llave.
—¿Qué quería? —preguntó
Richard, el director, sacándola de sus pensamientos.
—Me ofreció un papel
para una película —respondió ella en voz baja.
—Imagino que aceptaste.
—Le dije que lo
pensaría —respondió. Richard bufó—. ¿Crees que debí aceptar?
—Sí.
—Tenía pensado tomarme
un descanso. Romper con Adam…bueno, no fue fácil —dijo ella, limpiándose una
escurridiza lágrima que asomó a sus ojos.
—Lo sé. Pero sería
bueno mantener la mente distraída —dijo Richard acercándose y poniéndole una
mano sobre el hombro—. Sabes que te aprecio mucho. Gracias a ti conocí a Reina
y por ello te estaré siempre agradecido. Lo menos que quiero es que caigas en
una depresión.
Helena no pudo evitar
sonreír.
—Gracias, Richard.
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