El siguiente proyecto - por Kelvin I. Márquez Traverzo
Apenas llegó, Jonah jaló la silla y se dejó caer. Tiró el maletín en el suelo y lo pateó hasta
ocultarlo bajo la mesa. A esas horas el restaurante estaba abarrotado.
—¡Esto es una mierda!
—Veo que estas contento
hoy —observó Erick con sorna.
Jonah bufó.
—¡Cómo no voy a estarlo
si esa maldita actriz no sirve para nada!
A su alrededor varias
personas lanzaban miradas furibundas mientras cuchicheaban. Las más atrevidas
ni se dignaban en ocultar su interés.
—Cálmate, hombre. No es
para tanto —dijo en voz baja.
—¿No es para tanto?
—dijo Jonah, irguiéndose en la silla. Miró a todos lados y se inclinó hacia
adelante—. Me partí el lomo buscando una actriz que además de su parecido con
el personaje supiera cómo actuar y todo para nada.
—¿Es tarde para
cambiarla?
Jonah se encogió de
hombros.
—Ya se intentó
—respondió con amargura, echándose hacia atrás—. Hay rumores de que sobornó al
director para que le dieran el papel. Y lo más probable es que sea cierto.
—¿Un soborno al
director Steinberg? ¡Pero si es multimillonario!
—Sí. Multimillonario, viejo
y soltero. Lo más seguro le enseñó una teta y le dejó a su imaginación la otra.
Erick soltó una
carcajada que atrajo la mirada de todos en el local. Incluso el mismo Jonah no
pudo evitar sonreír. El olor a carne frita que flotaba en el ambiente hizo que
las tripas le rugieran. Buscó con la mirada a la camarera, que charlaba animada
con la cajera detrás de la polvorienta barra. No volvió a tocar el tema durante
los diez minutos que duró la comida y para cuando terminó, estaba más calmado.
—Quizás madame Eureka
tenía razón —dijo pensativo.
—¿Es la vidente de la
que me contaste? —preguntó Erick frunciendo el ceño. Jonah asintió—. ¿Cómo
podría tener razón?
—Al pasar frente a su
negocio, la vidente abrió la puerta de repente y me dijo que fracasaría en un
gran proyecto, por más que me esforzara —respondió y soltó una carcajada llena
de amargura—. Pensar que esa vieja buitre envuelta en su traje violeta y llena
de pulseras de oro tendría razón con esa profecía me hace sentir como un
idiota.
Erick se encogió de
hombros.
—En la vida se fracasa
o se triunfa, nada más. En eso la vidente no tuvo nada que ver.
—Quizás.
Minutos después Erick se marchó. Jonah fue hasta la
barra y pagó la cuenta. Apuró el último trago de su cerveza y se dio la vuelta
cuando un sujeto se le acercó. Llevaba el pelo corto y la ropa ancha. En sus
manos tenía un libro pero lo más que le llamó la atención fue la sonrisa de
suficiencia que lucía en su rostro.
—¡Que alegría encontrarlo aquí, señor Henderson! —dijo
mientras tomaba asiento para luego estrecharle la mano—. ¿Me concedería unos
minutos de su tiempo?
—Lo siento pero tengo mucho trabajo.
—Insisto. Además, es de trabajo que quiero hablarle
—dijo el sujeto sin dejar de sonreír.
«¿De
qué trabajo podría hablarme si parece que a duras penas sobrevive mes tras
mes?», pensó
mirándolo de nuevo.
—¿Qué trabajo podría ofrecerme?
El joven pidió dos cervezas que la camarera dejó sobre
la barra.
—Quédese el cambio como propina —dijo, tendiéndole un
billete de cien—. Iré directo al grano: soy escritor y tengo una obra sobre la
que me contactaron para hacer una película. La cuestión es que me gustaría que
los personajes fueran fieles a como yo los describí. Ya sabe, no quiero nada de
inclusión forzada ni ninguna basura de esas. ¡Y quien mejor que usted para
escoger a los actores!
—¿Y quién eres tu si puede saberse?
—Ryan Infield Ralkins —respondió el sujeto y sin decir
más le tendió el libro.
Jonah lo tomó y lo miró con atención. La portada era
negra y en ella veía el retrato de una mujer muy elegante, pelirroja y de ojos
verdes. Llevaba un traje también verde y en sus manos un cuchillo. Las letras
doradas anunciaban el título: “La
venganza de Lady Constance”.
—¿Es en serio? —preguntó.
Ryan asintió.
—Entonces, ¿le interesa el trabajo o debo buscar a
algún otro?
«Me
parece que te equivocaste conmigo, madame Eureka», pensó Jonah, sonriendo para sus adentros.
—Creo que conozco a la actriz perfecta.
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